Lluvias e inundaciones: Cambiar la cultura del figureo y reinventar nuestras costumbres”.

Cada año, la historia se repite. Los pronósticos meteorológicos advierten, el cielo se oscurece y, en cuestión de pocas horas, calles enteras se transforman en ríos, las cañadas vuelven a ser noticia y la ciudad se paraliza. Las lluvias intensas, cada vez más frecuentes y severas debido al cambio climático, ya no son una anomalía; son una nueva realidad. Y ante esta realidad, una pregunta incómoda surge: ¿no es acaso nuestra forma de vivir la que está agravando el problema?

Independientemente de la falta de infraestructura o a la fuerza de la naturaleza, hay una verdad que debemos enfrentar: muchas de nuestras costumbres y políticas cotidianas son eslabones en la cadena que termina en una inundación. Es momento de dejar de ser víctimas pasivas del clima y convertirnos en actores activos de la resiliencia. Es imprescindible fomentar y construir una mentalidad distinta, que empiece por un Gobierno más comprometido con hacer políticas preventivas que influencien en nuestros hogares y se reflejen en nuestras calles.

Empecemos por lo más evidente y crítico: nuestros residuos. Una bolsa de basura mal ubicada o sacada en el momento equivocado es más que un descuido; es un tapón potencial para el drenaje de toda una cuadra.

Aunque queramos repartir la carga, realmente la educación y los regímenes de consecuencias descansan en el Estado, no podemos dejar que nuestra seguridad dependa de la buena voluntad de las familias, hay que tomar medidas más severas y contundentes, ya sea en la comunicación directa con cada condominio respecto al horario estricto de sacar la basura, como la manera en que se debe presentar la basura.

El horario de recolección no está totalmente definido. Donde yo vivo el camión pasa a diferentes horas, incluso, se ha sabido tardar días en pasar, lo cual, nos impide tener una disciplina y coordinar con las autoridades al respecto, quizás otros sectores tengan mejor suerte, pero no se trata de suerte, es de disciplina constante y colectiva.

Es preciso concientizar a la población de que sacar la basura horas antes, o la noche anterior a una tormenta pronosticada, es un acto de alto riesgo para la comunidad, como también, creo que es tiempo de que los tanques de basura dejen de estar al ras del suelo.

Otro problema que tiene este país, empezando por las autoridades y el gobierno, es la cultura del concreto, si el propio Ministerio de Medio Ambiente permite la tala de árboles sin piedad para seguir metiendo más y más cemento, ¿qué se puede esperar de los demás? Estamos frente a un “diseño urbano” que mira hacia arriba, pero no hacia abajo.

Ante esta realidad climática no podemos continuar con la visión de ciudades diseñadas para que el agua desaparezca en vez de ser gestionada, es decir, impermeabilizamos todo con cemento, eliminando el suelo natural que absorbe la lluvia, en vez de crear más zonas verdes y jardines.

Por cada jardín que convertimos en patio de cemento, cada terreno verde que pavimentamos, perdemos un pulmón de absorción. El agua, al no tener por dónde infiltrarse, corre superficialmente con fuerza, saturando las alcantarillas, que ya de por sí, no cuentan con un mantenimiento apropiado y mucho menos acorde con los fenómenos atmosféricos cada vez más frecuentes.

Es hora de repensar y optar por materiales permeables para los caminos, incluso un pequeño jardín de lluvia (una depresión poco profunda con plantas) puede capturar una cantidad significativa de agua. Se deben de fomentar los techos verdes que no solo aísla térmicamente, sino que retiene una gran cantidad de agua de lluvia, liberándola lentamente.

Del mismo modo, debemos de tomarnos en serio la recolección de agua de lluvia, y acabar con la paradoja de tanta escasez de agua en un país que llueve tanto, es hora de desarrollar la instalación de sistemas simples para captar el agua y reutilizarla para regar, limpiar o, con sistemas más complejos, para uso más general.

A veces me cuestiono si quienes nos gobiernan esperan con inquietud estos fenómenos y tragedias, porque se les nota un entusiasmo en figurear más de la cuenta, les ayuda a desviar la atención hacia lo urgente y les exonera por un tiempecito de otros cuestionamientos, mientras, se les hace legal volarse burocracias por emergencias, las cuales, algunos aprovechan muy bien.

Trabajar en la prevención parece no se les hace muy rentable, porque la ciudadanía nuestra no está acostumbrada a apreciarla y reconocerla. Sin embargo, si no empezamos a adaptarnos a esta nueva realidad y dejamos la cultura de normalizar el figureo, nuestras vidas y seguridad, cada vez están en mayor peligro.

No se trata de luchar contra el agua, sino de aprender a convivir con ella de una manera más sabia y responsable. El momento de cambiar nuestras costumbres y exigir que se trabaje en lo que importa desde el Gobierno es ahora.

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